Aunque es altamente probable que pertenezca a los primeros años de la década de los 90 —me ha sido imposible datarlo—, no he podido resistirme a compartir la versión de aquel anuncio tan ochentero en el que un intrépido reportero cambiaba a una ama de casa un tambor de su detergente por dos del de la marca que promocionaba —y que, miren por dónde, rimaba con Gabriel—, pasada por el prisma siempre absurdo de los casi siempre geniales Martes y Trece.
Algo que en un principio parece una tarea completamente sencilla acaba convirtiéndose en una auténtica pesadilla para el pobre infeliz encargado de promocionar el detergente Gabriel. Y es que ella, de contenta que está, no cambia su detergente por nada. Ni siquiera por otros tres tambores de Gabriel. Faltaría más.
Martes y Trece, Detergente Gabriel.