Archivos para la categoría: Minutos musicales

«Un día cualquiera no sabes qué hora es,
Te acuestas a mi lado sin saber por qué.
Las calles mojadas te han visto crecer
Y tú en tu corazón estás llorando otra vez.

Me asomo a la ventana eres la chica de ayer,
Jugando con las flores en mi jardín»

Su letra no es nada del otro mundo y técnicamente no debería formar parte de la década —fue compuesta en 1977 y publicada en 1980—, pero sin embargo, con el paso de los años se ha convertido en el himno por aclamación de los años 80. Ha sido versionada decenas de veces y extraño es el lugar o recopilación donde se escuchen éxitos del pop español de la época y no ocupe un lugar destacado.

Porque, de los cientos de éxitos musicales que surgieron en esa década —y muchos de ellos ya pasaron por aquí— ninguno representa tan bien el recuerdo romántico e idealizado de esa época como la composición del desaparecido Antonio Vega que, tras con tan sólo una canción logró marcar de por vida a toda una generación.

Por eso, y porque ninguna otra canción define tan bien lo que fueron los años 80 es de total justicia —y no podría haber sido de otra forma—cerrar el apartado musical de esta bitácora con unos versos que son desde 1980 un auténtico himno capaz de emocionarnos una y otra vez. «Me asomo a la ventana eres la chica de ayer, jugando con las flores en mi jardín. Demasiado tarde para comprender, chica vete a tu casa no podemos jugar».

Nacha Pop, Chica de ayer, 1980.

«Gloria, faltas en el aire,
Faltas en el cielo,
Quémame en tu fuego,
Fúndeme la nieve
Que congela mi pecho,
Te espero, Gloria»

Durante los primeros meses de vida de esta bitácora aparecieron por aquí unos cuantos temas italianos que triunfaron en los años 80 y cuyo recuerdo aún sigue asaltándome de vez en cuando. La popularidad que alcanzó la música italiana en aquella época —unida a la gran cantidad de recuerdos musicales, en general, que guardo de aquellos años— ha hecho que se me queden muchas canciones en el tintero. Sin embargo, no quiero cerrar esta aventura sin volver a traer hasta aquí a Umberto Tozzi y el que probablemente sea su éxito más conocido. O, al menos, el que más me marcó en mi infancia gracias a una inapropiada versión de Parchís.

Aunque no sea más liviana y sutil como la gomaespuma, esa inigualable declaración de amor que es Gloria bien se lo merece.

Umberto Tozzi, Gloria, 1979.

Hoy, muchos colegios e institutos de España celebran el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, una jornada lúdico-reivindicativa que en mis tiempos se denominaba simplemente Día de la Paz y consistía en salir al patio del colegio —o reunir a varios centros del municipio en la plaza de la Constitución, delante del Ayuntamiento— para lucir camisas blancas, insignias y pancartas reivindicativas hechas en clase de Plástica, Ética o Religión, según se terciara, escuchar un par de discursos, soltar unas cuantas palomas blancas y cantar una serie de canciones —siempre las mismas— para, cual candidatas a Miss América —cuánto daño ha hecho Sandra Bullock y su Miss Agente Especial— pedir la paz en el mundo.

Y, tal vez por que fue compuesta a beneficio de Aldeas Infantiles y trataba de concienciar acerca de lo importante que es para los niños disfrutar de una infancia y de hacerlo en paz, lo cierto es que Que canten los niños era siempre el almibarado tema estrella del menú musical de esta jornada. Sin embargo, tengo que reconocer que a mí esta canción siempre me dio bastante mal rollo. Y eso que creo —todos tenemos un pasado del que avergonzarnos— que llegué a tenerla grabada en una cinta de casete hoy felizmente desaparecida.

Tal vez esa animadversión hacia este tema musical, evidentemente alimentada por multitud de años asistiendo a los actos escolares del Día de la Paz, se deba a que me recuerda a la primera vez que la escuché. Fue en Entre amigos, aquel programa de José Luis Moreno que me huele a un coche que vendía dulces a domicilio. Hasta allí llegó José Luis Perales junto a dos niños un tanto repelentes y que parecían muñecos de ventrílocuo que se había traído de un país hispanoamericano para interpretar junto a él el tema musical. Fue curioso que los asociara a marionetas, casi con total seguridad influenciado por el programa en el que se encontraban, ya que en actuaciones posteriores los niños eran otros, pero sus voces seguían siendo las mismas.

Cosas del playback, sin duda. Pero el odio —a la canción, se entiende— ya estaba ahí. No había nada que pudiera hacer. Salvo evitar pasar cerca de un colegio cuando estén celebrando el Día Escolar de la No Violencia y la Paz. Por si la siguen cantando.

En las notas que había tomado para que me sirvieran de orientación en el momento de sentarme a escribir esta entrada anoté dos cosas que no suelo señalar en ese tipo de apuntes. Una era incluirla en el listado de Lo que no. La otra, que debía ser cruel con todo lo que me recordaba esta canción. Sin embargo, a la hora empezar a teclear, decidí hacer caso a lo primero, pero intentar ignorar lo segundo. Ahora que releo el resultado, descubro que, aunque me he autocensurado, no lo he conseguido del todo. Mala suerte. O no.

José Luis Perales, Que canten los niños, 1986.

«But what it is, is something true
Made up of these three words
that I must say to you

I just called to say I love you
I just called to say how much I care
I just called to say I love you
And I mean it from the bottom of my heart»

A lo largo del último año he publicado en este blog 342 entradas. La mayoría de ellas han consistido en un vídeo o una imagen acompañados de un texto que justificaba su inclusión en este repaso a mis recuerdos de los años 80. Sin embargo, la declaración de amor que contiene la canción que pongo hoy es tan sencilla e inolvidable que no necesita justificación alguna. Sobra decir, por tanto, que formó parte de la banda sonora de la película La mujer de rojo y que se alzó con el Globo de Oro y el Oscar a la mejor canción original.

Ni siquiera, que fue un auténtico éxito comercial y de ventas desde su lanzamiento y desde hace tiempo, un clásico inolvidable. Con recordar que, simplemente, son esas tres palabras que todo enamorado debe decir desde el fondo de su corazón aunque no exista un motivo especial para ello es suficiente. Por eso nunca habrá una declaración de amor más sincera que «I just called to say I love you» —«Solo llamé para decirte que te quiero»—. Y, por eso, siempre maldeciremos que se le ocurriera a Stevie Wonder y no a nosotros.

Stevie Wonder, I just called to say I love you, 1984.

«Cada uno cantará
Su aventura singular
Si es verdad o fue ilusión
Poco importa, qué más da»

Hace casi un año, cuando escribí acerca de Los Cinco, ya comenté que este popurrí en el que el grupo infantil cantaba fragmentos de varias sintonías de series de dibujos animados de la época como si fueran una aventura que hubiese vivido cada uno de sus integrantes era una canción que me había marcado durante mi más tierna infancia. También apunté que unos años antes ya había explicado los motivos.

La cinta de Parchís

De las «25 supercanciones de los peques» sólo sobrevivieron la mitad.

Así que no me perdonaría finalizar este proyecto sin traerla hasta aquí, aunque eso suponga dejar fuera a otro grupo y cualquier otra canción que merecerían también ser recogidos en esta recopilación cuya fecha de caducidad está ya a la vuelta de la esquina.

La abeja Maya, Orzowei, Jackie y Nuca, Mazinger Z… «cada uno cantará su aventura singular». Y, treintaitantos años después, sigo aquí para escucharla y que se me pongan la piel un poquito de gallina.

Parchís, Cantando aventuras, 1979.

Una ese. Eso es lo único que le sobra a La fuerza del destino para ser proclamada —al menos en mi humilde opinión— como una de las mejores canciones de Mecano, junto a Un año más, la sobrevalorada Hijo de la luna, Me cuesta tanto olvidarte, Quédate en Madrid o tres cuartas partes más de su repertorio serio, aquel que navega entre las aguas de su etapa frívola y el misticismo final de Nacho Cano.

Sin embargo, esa ese de más, objeto de burlas constantes, en «tú contestastes que no» logra por momentos cargarse la magia de una canción que tiene, además, en su debe el mostrarnos los primeros pinitos de Penélope Cruz como actriz en su videoclip. Quizá si no hubiese logrado ese papel, aunque hubiera mantenido igualmente una relación afectiva con Nacho Cano, nunca la habríamos conocido.

Por suerte, en grabaciones posteriores, así como en el musical, del que me declaro fan absoluto, la ese de la discordia desapareció, permitiéndonos, ahora sí, apreciar esta canción tal y como se lo merece. Por desgracia, y a pesar de su magnífica interpretación en Vicky Cristina Barcelona, el resto de la carrera de Penélope sigue ahí.

Mecano, La fuerza del destino, 1989.

«It’s gonna take a lot to take me away from you
There’s nothing that a hundred men or more could ever do
I bless the rains down in Africa
Gonna take some time to do the things we never have»

Creo que en más de una ocasión ya he mencionado por aquí lo mucho que todavía hoy me gusta escuchar algunas canciones de los años 80, que ya se han convertido en temas imprescindibles en mis recopilatorios de la época. Son canciones por las que no ha pasado el tiempo y que sólo con escucharlas consiguen transportarte a otros momentos, lugares o, incluso mundos nacidos de la fantasía, ya sea intentando salvar a una princesa sin nombre, dentro de un cómic y huyendo de unos motoristas con no muy buenas intenciones o dejándote seducir por el embrujo de África sin necesidad de salir de una biblioteca.

Al fin y al cabo, no se me ocurre un mejor lugar para vivir una aventura imaginaria que un lugar concebido para ser el santuario de los libros y guardián de la fantasía y la sabiduría humanas. Puede que hoy todos esos vídeos musicales nos provoquen una sonrisita de condescendencia, pero también gracias a ellos el poder evocador de esas canciones sigue ahí. Y por muchos años más.

Toto, Africa, 1982.

Aunque ya el otro día apareció por aquí para desvelarnos que su famoso pecho se le escapó mientras cantaba Hot girl y no Boys y sacarnos así de un error ancestral, no me resisto a compartir, a modo de regalo de Reyes anticipado, su interpretación durante aquel memorable especial de Fin de Año del tema que todos asociamos a su teta, aunque las imágenes se empeñen en decirnos que no, que no busquemos más porque no fue ahí. Que, si acaso y como mucho, se le ve un poquito del pezón. Y punto.

Muchas veces me he preguntado por qué todo el mundo piensa que enseñó la teta mientras interpretaba el playback de esta canción. Francamente, ignoro la respuesta, aunque sí que tengo una teoría: en el estribillo de Hot girl no encajaba tan bien la alusión al incidente como en el «Boys, boys, boys, la teta de Sabrina, boys, boys, boys». Y no me mientan. Sé que todos lo han cantado alguna vez.

Sabrina Salerno, Boys (Summertime Love), 1987.

Sin duda, las noches de Fin de Año, con sus interminables programas especiales, constituyeron una de las mayores fábricas de mitos televisivos a lo largo de los años 80. Sobre todo, si tenemos en cuenta que no quedaba más remedio que ver la programación preparada por Televisión Española, ya que no existía ninguna otra cadena que pudiera hacerle la competencia.

Dado que son varios los momentos que es obligatorio recordar y a este 2013 le quedan ya menos de 48 horas de vida, vamos a ir abriendo boca con una escena que tuvo lugar en la Nochevieja de 1987 y que fue tema de conversación durante varias semanas entre millones de asombrados españolitos. Porque, aunque hoy parezca mentira, en esa época la aparición de un pecho saltarín en la televisión era motivo de escándalo.

Sí, amiguitos, hablamos de la italiana Sabrina Salerno y de su famosa teta, aquella que se empeñaba en escaparse una y otra vez de su minúsculo corsé en la madrugada del 1 de enero de 1988 mientras cantaba Hot girl —no se me ocurre un título más apropiado—. Porque, por mucho que lo indique el imaginario colectivo, la teta no se le salió en Boys. Y a las pruebas me remito.

Sabrina Salerno, Hot girl, 1987.

A justo una semana para que sea 25 de diciembre, la Navidad no solo se acerca peligrosamente, sino que amenaza con aplastarnos con sus deseos de paz, armonía y solidaridad que apenas duran 24 horas al año. Ante tanta hipocresía repetida, no puedo dejar de rebelarme y, ya que de recordar los (mis) grandes hitos de los años 80 se trata, nada mejor que oponer aquella iniciativa musical que, de la mano de Stevie Wonder, Michael Jackson, Lionel Richie, Harry Belafonte y Bruce Springsteen, reunió a casi medio centenar de artistas para concienciar a la humanidad entera de la dramática situación que soportaban a diario millones de personas en África.

Con este gesto, pretendían recaudar fondos para la Fundación USA for Africa (que era la Unión de Artistas en apoyo de África y no Estados Unidos por África—. Además de ello, lograron que We are the World llegase al número 1 de las listas de éxito en un tiempo récord y que con el paso de los años acabase convertido en un imitadísimo himno por la solidaridad. Lástima que casi 30 años después, la situación en muchas partes de África no haya cambiado casi nada.

USA for Africa, We are the World, 1985.

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