Aunque ya el otro día apareció por aquí para desvelarnos que su famoso pecho se le escapó mientras cantaba Hot girl y no Boys y sacarnos así de un error ancestral, no me resisto a compartir, a modo de regalo de Reyes anticipado, su interpretación durante aquel memorable especial de Fin de Año del tema que todos asociamos a su teta, aunque las imágenes se empeñen en decirnos que no, que no busquemos más porque no fue ahí. Que, si acaso y como mucho, se le ve un poquito del pezón. Y punto.
Muchas veces me he preguntado por qué todo el mundo piensa que enseñó la teta mientras interpretaba el playback de esta canción. Francamente, ignoro la respuesta, aunque sí que tengo una teoría: en el estribillo de Hot girl no encajaba tan bien la alusión al incidente como en el «Boys, boys, boys, la teta de Sabrina, boys, boys, boys». Y no me mientan. Sé que todos lo han cantado alguna vez.
Posiblemente, el 1 de enero es el día del año que menos quebraderos de cabeza provoca a los programadores de televisión. Concierto de Año Nuevo de Viena, Saltos de esquí, un par de películas insustanciales, un par de Telediarios con las mismas noticias de cada año (primeros nacimientos del año, anécdotas de las Campanadas, servicios que pasaron la noche trabajando, señores rusos que se bañan en aguas heladas, saltos de esquí, Concierto de Año Nuevo en Viena…) y, sobre todo, la repetición del interminable especial de la noche anterior, que llena mucho espacio y permite aliviar la resaca.
Pero como algo de bueno tiene que tener esa política, voy a aprovecharme de ella y, como no pude emitirlo ayer, recuperar un surrealista sketch de la primera noche de 1986, con el que Martes y Trece consiguió dar el espaldarazo definitivo a su carrera. A modo de presentación, podría decir que parodia un famoso programa de radio de la época y en él aparecen, además de Millán Salcedo, una señora de Algete y algo dura de oído, unas empanadillas y dos chicos haciendo la mili en Móstoles.
Pero… ¿acaso existe alguien en este país que no conozca a Encarna de noche y sus inolvidables empanadillas de Móstoles?
En un día como hoy, en el que prácticamente toda España anda preocupada por no equivocarse —ni atragantarse— a la hora de tomar las uvas sincronizados con el reloj de la Puerta del Sol, tengo que confesar que cada año me siento ante el televisor a ver esa retransmisión con el secreto anhelo de que alguien meta la pata y deje, de nuevo, a medio país con la mitad de las uvas en el plato. Total, aquí son todavía las once de la noche, aún nos queda una hora en el año viejo y no recuerdo que ninguno de los relojes que cada año se van turnando en las cadenas de las islas para despedir el año haya tenido cuartos. Así que una catástrofe de esas no me afectaría en absoluto.
Sin embargo, nunca ocurre. En cambio, juraría que hace ya unos cuantos años el reloj de la iglesia de Arucas, no sé si en la retransmisión de Antena 3, Televisión Española o la Televisión Canaria —¿o fue Telecinco?… mi municipio fue el escenario escogido para despedir el año durante al menos tres navidades consecutivas y ya no lo tengo muy claro—, dio once campanadas en lugar de las doce preceptivas. Lo que es cierto es que la anécdota estuvo en boca de toda la ciudad y medio Archipiélago durante un par de días. Desde entonces, la iglesia de San Juan no ha vuelto a despedir el año. Televisivamente hablando, al menos.
En el ámbito nacional, en cambio, el incidente fue mucho más sonado. Porque hasta que encargaron a Marisa Naranjo retransmitir la llegada de 1990 nadie se había formado tanto lío con el carrillón, la bola y los dichosos cuartos. Pero en esa ocasión la llegada de las privadas había dejado a Televisión Española sin espacio, por lo que pusieron a mi paisana a comentar las campanadas en un pasillo, sin escuchar el sonido de la plaza y sin un mísero monitor en el que ver lo que ocurría. Fue una retransmisión a ojo. Y pasó lo que tenía que pasar. Que la traicionaron los cuartos y prácticamente toda España se quedó sin comerse las uvas. Salvo un una comunidad autónoma que tiene la peculiar costumbre de tomárselas una hora más tarde.
Desde entonces, cada año se repiten las mismas explicaciones didácticas sobre el funcionamiento del reloj de la Real Casa de Correos y toda clase de infografías van marcando cada una de las campanadas. Todo para que ni un solo español con horario peninsular se quede sin tomarse una sola uva. En Canarias, en cambio, es otra cosa.
Sin duda, las noches de Fin de Año, con sus interminables programas especiales, constituyeron una de las mayores fábricas de mitos televisivos a lo largo de los años 80. Sobre todo, si tenemos en cuenta que no quedaba más remedio que ver la programación preparada por Televisión Española, ya que no existía ninguna otra cadena que pudiera hacerle la competencia.
Dado que son varios los momentos que es obligatorio recordar y a este 2013 le quedan ya menos de 48 horas de vida, vamos a ir abriendo boca con una escena que tuvo lugar en la Nochevieja de 1987 y que fue tema de conversación durante varias semanas entre millones de asombrados españolitos. Porque, aunque hoy parezca mentira, en esa época la aparición de un pecho saltarín en la televisión era motivo de escándalo.
Sí, amiguitos, hablamos de la italiana Sabrina Salerno y de su famosa teta, aquella que se empeñaba en escaparse una y otra vez de su minúsculo corsé en la madrugada del 1 de enero de 1988 mientras cantaba Hot girl —no se me ocurre un título más apropiado—. Porque, por mucho que lo indique el imaginario colectivo, la teta no se le salió en Boys. Y a las pruebas me remito.