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No sé por qué, junto al subversivo vídeo que invitaba a los espectadores a leer, uno de los recuerdos más claros que conservo de La bola de cristal es el del spot protagonizado por un muchacho que, cargado con una enorme bolsa de deportes, llegaba a la cancha dispuesto a encarnar todos los roles necesarios para disputar un partido de fútbol.

Sin embargo, tras unos agobiantes minutos en medio de las burlas de sus compañeros, la tozuda realidad le demostraba que «solo no puedes, con amigos sí», por lo que acababa pidiendo la colaboración de los que hasta entonces habían sido unos meros espectadores, en un claro ejemplo de lo valiosas que son la amistad y el compañerismo.

La bola de cristal, Spot Solo no puedes, con amigos sí, 1986.

En alguna ocasión ya he hablado aquí de ese soplo de aire fresca que supuso La bola de cristal para la televisión infantil y también he nombrado lo impensable que sería hoy en día, era de lo políticamente correcto, emitir un programa con las características de ese maravilloso experimento. Una de las piezas más inolvidables que pudimos encontrar dentro de ese gran contenedor fue La familia Monster, una serie en blanco y negro producida dos décadas atrás y que hoy todos recordamos, convertida ya en una serie de culto. Lástima que de la versión de los 90 no pueda decirse lo mismo.

Porque no me negarán que es imposible olvidar las desventuras de esta entrañable familia encabezada por Lily y Hermann a la que se unía su extraña —por anormal— sobrina Marilyn. Yo debo confesar que si ahora mismo me llamaran a mi teléfono móvil, sonaría su inconfundible sintonía.

La familia Monster, Créditos de apertura, 1964-1966.

¿Imaginan un programa de televisión de hoy en día invitando a los niños a apagar ese diabólico aparato para que lean un libro, bajo pena de convertirse en un rebaño de ovejas? Yo tampoco. Esas cosas sólo eran posibles, mucho me temo, en el reino de libertad de La bola de cristal.

La bola de cristal, Lee, 1986.

Por La bola de cristal, como ya apunté hace unas semanas, pasaron muchos grupos de moda en aquel momento. Algunos de ellos, no sólo sobrevivieron a la Movida y se convirtieron en referentes musicales, sino que aún hoy en día sus integrantes siguen subiéndose a los escenarios. Uno de esos artistas fue Loquillo, que junto a su banda Los Trogloditas se asomó a las casas de los españoles desde aquella bola que a todo el mundo le mola.

Personalmente, la actuación que mejor recuerdo —y confío plenamente en que la memoria no me esté traicionando en este momento— corresponde a Quiero un camión, pero como en una búsqueda preliminar no la he encontrado, les dejo con esta otra. Total, ya habrá tiempo de que vuelva a aparecer por aquí. Incluso acompañado de los gatos de tu callejón.

Loquillo y los Trogloditas, El pupitre de atrás.

La bola de cristal fue posiblemente el mayor y mejor exponente de lo que significó la Movida en Televisión Española. Un espacio contenedor que combinaba ficción con sketchs irreverentes, entrañables consejos —ya les dedicaremos alguna entrada— y actuaciones de muchos grupos del momento, algunos de los cuales llegarían a ser referentes musicales.

Sin duda, fue un caldo de cultivo que difícilmente podría volver a darse en la televisión española. Sobre todo, porque no me imagino un programa liderado por unos extraños muñecos cuyo lema era «viva el mal, viva el capital» y su líder, una bruja capaz de estropear todos los aparatos eléctricos y electrónicos del primero que se riera de ella.

Hoy en día, plantear un programa así sería una aunténtica herejía. Y, quizá, precisamente por ello nos va como nos va.

Los Electroduendes, No se ría, 1985.

Otro de mis primeros recuerdos asociados a la televisión es el de levantarme muy temprano los sábados por la mañana —es lo que tiene criarte en Canarias— para acostarme en el sofá del salón, taparme con una manta de rayas rojas y azules entre otros colores y ver ese programa tan raro e irrepetible que fue La bola de cristal.

Y, como marcó a toda una generación, no se preocupen, que los electroduendes y compañía volverán a aparece por aquí porque no sé qué tiene esta bola que a todo el mundo le mola.

La bola de cristal, Careta de entrada, 1984-1988.

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